lunes, 6 de junio de 2011

En la noche 2

Foto de María Alba Reyna

Nadie la oye entrar, ni la verja grita ni la hierba tiembla. Los árboles que rodean la casa y que en verano la protegen del sol, no se estremecen cuando la hoja recién afilada pasa entre ellos. Las cigarras siguen con su peculiar concierto ajenas a la ira contenida de unos labios que a duras penas disimulan su impaciencia. La mano derecha aprieta el mango de madera con el afán de quien se agarra al cuello de su presa.

Todo lo tiene calculado, primero el hombre; sólo un golpe con todas sus fuerzas. Después la mujer que sin tiempo a reaccionar no tendrá alternativa, sólo morir. La niña la última. Tal vez si no está muy cansada pueda hacerlo con sus manos. Sentir que la vida le pertenece y la muerte también.

Sentada en el suelo no sabe cuanto tiempo hace que terminó su trabajo, pero no quiere marcharse sin recrearse en esos cuerpos extrañamente reconstruidos, son su obra y, para ser la primera vez, no le ha ido nada mal. Todavía nota ese calor que le subió a la cara con el primer hachazo, y seguro que si ahora hablase con alguien la voz le temblaría de la emoción. Las manos le duelen, pero ha valido la pena.

Un gallo canta en la lejanía ignorando la tragedia. Ya empieza a amanecer en el pueblo; en uno de esos pueblos donde nunca pasa nada, donde todos se conocen, o eso creían hasta hoy.

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Gracias por leerme