viernes, 10 de junio de 2011

Historia de un briso

Masnou. Foto de Gloria Reyna


Creía que lo tenía domesticado pero a la mínima que me he despistado se ha marchado con la primera brisa que le ha guiñado el ojo. La muy pícara con su contoneo y su frescura se lo ha camelado.

Allá va mi briso con esa brisa cualquiera. Los he visto alejarse briosos, ajenos a todas las miradas. Sólo he podido gritarle, que no se acerque a los trópicos sino quiere volver convertido en un monzón. Me ha mirado burlonamente y con una ráfaga me ha lanzado un "à bientôt" ¡el muy snob!

Espero que ese cabeza loca se dé cuenta de la insensatez que ha cometido y que regrese a casa antes de que cualquier viento local lo domine.

Tras una semana de ausencia ha vuelto. Triste y aplacado, no parece el mismo briso de antes, porque la fresca brisa lo ha abandonado; cambio de dirección rauda como el viento dejándolo cargado de pequeños brisitos y brisitas de apenas un kilómetro por hora.

Si algún alma caritativa quiere adoptar a alguno, le agradeceré el gesto, porque no sé que voy a hacer con este padre soltero, ni con toda su nutrida prole; porque una cosa es tener un poco de aire fresco en casa y otra muy distinta luchar contra todos estos pequeños que juegan a despeinarme.

Aprovechen la oportunidad y ahora que se acerca el verano tiren el aire acondicionado y ahorren electricidad. De regalo pueden elegir, entre un anemómetro con el que podrán ver cómo su briso crece o una bella veleta con la que en todo momento sabrán de qué humor se ha levantado.

Unan su vida a una suave y calmada brisa, no se arrepentirán.

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