Patio de Sevilla, foto de Mari Carmen Oliván |
Entre geranios y alegrías
soñé que convertía las piedras
en perlas y los cuervos en golondrinas.
Sentada en un rincón del jardín
creí que cualquier hoja arrancada
podría torcer la voluntad del destino.
Los primeros brotes
nacerían entre mis manos.
Sería para siempre.
Pretendí gobernar a mi voluntad
un caudal cuyas gotas, una a una,
sellarían heridas y quebrantos
Duró un instante.
Era tan frágil su techo de cristal
que cualquier lágrima
lo podía resquebrajar.
Y así fue.