lunes, 2 de mayo de 2011

El vigilante

Foto de Fernando Reyna

Hace poco que me contrataron
y me tomo muy en serio mi trabajo,
vigilo sin descanso.
Nadie se me escapa,
ni siquiera los que pasan rápidos
sin decirme ni hola ni adiós.
Peor para ellos
porque el día que se paren
les señalaré sus ojeras,
su ceño fruncido y
sus kilos de más o de menos.
Es evidente que prefiero
a la gente educada que me dedica
su tiempo aunque sea brevemente,
y por eso no me importa
ayudarles con los últimos
retoques y aconsejarles sobre
que sonrisa es la mejor para
afrontar el día.
Como soy un poco tímido,
me da un poco de vergüenza,
cuando los nuevos me observan
fijamente, casi sin pestañear.
¡no soy un bicho raro!.
A los despistados les tengo pánico,
porque más de una vez,
he tenido un encontronazo con ellos,
y no hemos acabado en urgencias
de milagro.
Y aunque tengo buen talante,
me cuesta aguantar a esos que
cuando se creen que no los veo,
me echan el aliento a la cara,
y me dejan sin ver nada.
Mi debilidad son los más pequeños
cuando se me acercan
y sin más me plantan un beso,
aunque me dejen sus morritos
churretosos en mi reluciente traje.
Pero no me puedo quejar,
porque una vez a la semana
tengo a mi servicio un equipo de
belleza que me deja hecho un primor.
¡soy un espejo con suerte!

1 comentario:

  1. muy interesante... seguramente mi espejo esta contento con su trabajo.. porque todos los días le estampo mis morritos..

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Gracias por leerme