Camprodón, foto de Gloria Reyna |
Las ramas de la acacia
se entrelazan con los hierros
del balcón que se asoma a la plaza.
Su sombra refresca la casa
y acaricia las frentes dormidas.
Las golondrinas vuelan a sus nidos
mientras el sol penetra por
una rendija como si fuera una flecha.
Miles de pequeñas partículas de polvo
aprovechan para unirse en un ir y venir
incesante y desordenado.
¡la última que cierre la puerta!,
y una mosca choca contra el cristal.
Es la hora de la siesta,
de sueños y encantamientos.
Lo ha dicho la sirena
y la casa enmudece toda.
Precioso.
ResponderEliminarTomar una siesta
ResponderEliminaren ese beatífico paraje
se me antoja que es
una bendición.
Mil besos
Me gusta esa frase: "Lo ha dicho la sirena y la casa enmudece toda".
ResponderEliminarY esa acacia con su embriagador aroma que parece que llega hasta aquí con tus versos y esa fotografía preciosa, querida Gloria.
ResponderEliminarQue pases unas Felices Fiestas, besos.
La hora de la siesta es intocable! y con vistas a Camprodon que más se puede pedir... Hasta pronto!
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