Máscara gallega |
Pobre hombre amordazado y
atado a un dios que le obliga a cometer
las peores acciones de este mundo,
incluso a mentirse a si mismo.
Rezuma humildad por todos sus poros,
pues se reconoce inútil para afrontar
su vida y dar cuenta de sus actos.
Yo, que amo la libertad, reniego de
su dios ateo, hecho a imagen y
semejanza
del hombre ombligo que me fuerza,
sin misericordia, a ejecutar crímenes y
a enterrarme entre odios.
a enterrarme entre odios.
Y reniego, de su criatura, el hombre-niño
que cuando saborea el placer y la felicidad
es gracias a sus minúsculas manos;
más cuando con ellas retuerce el cuello
frágil y tierno de la vida,
su dedo acusica señala a Dios.
es gracias a sus minúsculas manos;
más cuando con ellas retuerce el cuello
frágil y tierno de la vida,
su dedo acusica señala a Dios.
Bueno, pues peor par él, Que se jorobe con su falso dios y sus maneras torticeras.
ResponderEliminarEsta sociedad hedonista nos tienta a abandonar el ejercicio de la responsabilidady nos empuja a la autocomplacencia, convenciéndonos de que la culpa siempre es de otro.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu poema.
Un cordial abrazo