Malpartit, foto de Gloria Reyna |
Hoy para una madre, no existe cielo ni tierra
ajena a todo, sus piernas apenas la sostienen.
la congoja no le cabe en el pecho, toda ella se ha roto
y no quiere dejarlo solo, no quiere dejarlo ir.
Las palabras de consuelo le retumban en la cabeza,
No acaba de creerse lo sucedido,
era un día como cualquier otro
y sólo lo dejó un instante,
Ahí las lagunas de su mente, sólo la dejan recordar los gritos
el mugido de las bestias en el establo
y la imagen de su hijo entre las patas de los animales.
Ya no le reñirá por llenarse los bolsillo con el maíz de las gallinas,
Desmadejado, como un espantapájaros,
allí quedó en el establo.
Recuerda al padre llegando
del campo y abriéndose paso entre las bestias
apartándola a ella de un empujón,
dando puñetazos y patadas a todo lo que
encontraba a su paso hasta que lo recogió
del suelo y salió corriendo y gritando
como un loco en busca del médico.
Pero ella no corrió, se quedo en el establo
mirando como se alejaban,
sabia que era demasiado tarde,
no había nada que hacer
lo sentía así porque minutos
antes de encontrarlo ella ya sentía
en sus entrañas que su hijo estaba muerto.
Ahora dos mujeres la ayudan a seguir adelante
hacia la tapia blanca a la que no quiere llegar,
Intenta no encontrarse con la mirada acusadora del padre.
El sol la ciega, o tal vez sea ese dolor
agudo que cada vez se hace más grande.
¿Por qué a su niño?, ¿por qué a ella?,
¿por qué Dios?
¿Por qué?
-Fin-